Éramos
amigos todas las mañanas,
Mi
optimismo
y yo
A
medida que pasaban las horas,
se
filtraba entre mis manos,
entre
lo infinito y
lo eterno.
Siempre
me acompañaba
hasta
que mi vals con las farolas,
que
fluía como un barco de papel en el mar,
me
llevaba a darme de bruces con el cielo.
Huía
al romperme la cabeza
y
me dejaba lloviendo a
bocajarro
con
lágrimas en la boca
y
cristales
en los dientes
Sin
un conejo presuroso al que seguir
empecé
a volar por el suelo
-siempre
me olvido el ovillo de Ariadna
en
el cajón de los calcetines.